TRIUMPH OF DEATH y TOM WARRIOR, HELLHAMMER reanimados

“Resurrection Of The Flesh Live” de TRIUMPH OF DEATH, o la auténtica celebración de un legado histórico.

El talento de Mr.Wilson

Steven Wilson firma el notable "The Harmony Codex", uno de los discos más especiales de su carrera, uno que hay que escuchar con tiempo y con las mismas ganas que ha invertido su creador en sus canciones.

A través de eones con ASTRALBORNE

Más intenso y épico aún, puro death metal melódico desde Ohio.

La versión del "Morbid Visions" de CAVALERA

A falta de la rabia de la juventud de SEPULTURA, los hermanos lo suplen con la potencia de la madurez.

Crónica: Decapitated/ Incantation (Madrid) 26.03.2024

SETLIST:
Carrion Prophecy/ Shadows of the Ancient Empire/ Concordat (The Pact) I/ Vanquish in Vengeance/ Fury's Manifesto/ Blasphemous Cremation/ Blissful Bloodshower/ Invocation (Chthonic Merge) X/ The Ibex Moon/ Impending Diabolical Conquest/

Ver a Incantation en directo es un auténtico lujo, la banda de McEntee vino hace un año y medio, también en otra gira conjunta, y si el sabor que nos dejaron fue dulce, esta vez lo ha sido aún más. “Unholy Deification” (2023) es un álbum notable que he disfrutado y la banda está atravesando un gran momento, que se traduce a sus directos. John, Kyle, Chuck y Luke suenan brutales como demostraron con semejante arranque, “Carrion Prophecy” de su álbum “Dirges Of Elysium” (2014) y “Shadows Of The Ancient Empire” de “Diabolical Contest” (1998), un primer guiño a su pasado, que el público de Madrid agradeció en una banda que no se ha dormido en sus laureles y sazona sus conciertos con canciones más actuales, como “Concordat (The Pact) I” de su última entrega, al igual que “Invocation (Chthonic Merge) X”. 

Mientras John se dejaba la garganta y Chuck y Kyle hacían vibrar la estructura de la sala, la pantalla tras ellos repetía una vez más imágenes de la banda, alternando su mítico logo con fragmentos del que fue el single de “Unholy Deification” (2023) y que ayudaron a transportarnos a su mundo. “Fury's Manifesto” fue la única rescatada de “Sect of Vile Divinities” (2017), un álbum que defendí en su momento y me sigue gustando, aunque considero que “Unholy Deification” (2023) le gana la partida, para encarar una recta final tan contundente como para que “Blasphemous Cremation” y la anunciada por John, “Blissful Bloodshower”, pasasen en un santiamén y cerrar con “The Ibex Moon” e “Impending Diabolical Conquest”, de un repertorio sin sorpresas, cuando en esta gira lo repiten noche tras noche, pero que evidencia que si las cosas funcionan no hay por qué cambiarlas. Como siempre, Incantation se mezclaron entre el público y, de nuevo, John se mostró tan accesible como siempre. Tal y como indicaba al comienzo de esta humilde reseña, un auténtico lujo de noche que abrieron Kassogtha y mis queridas Nervosa, por desgracia, llegué a mitad del repertorio de las brasileñas y por respeto a ellas y a los lectores, a diferencia de otros medios (tú sabes que hay muchos que sí…), no escribiré de lo que no he podido ser testigo al cien por cien.

SETLIST: Perfect Dehumanisation (The Answer?)/ Eternity Too Short/ Mother War/ Nihility (Anti-Human Manifesto)/ Names/ Spheres of Madness/ Babylon's Pride/ Symmetry of Zero/ Suffer the Children (Napalm Death cover)/ Cancer Culture/ Just a Cigarette/ Earth Scar/ Never/ Iconoclast/ Last Supper/

Pero si Incantation se han convertido en una de mis bandas favoritas, de Decapitated quería escribiros. Por todos es sabido lo ocurrido con los polacos y cómo fueron declarados inocentes, pese a ello la banda sufrió cambios y la gira del criticado “Anticult” (2017) fue cancelada, tras aquello, llegó la pandemia y Vogg, temporalmente, pasó a ser parte de Machine Head. Pero si podemos obviar este episodio, lo que es imposible dejar de escribir es de la pérdida de Vitek y la penosa situación que sufre Covan, un pasado dramático que persigue a Decapitated y que parece más presente que nunca cuando, precisamente vienen presentando mi disco favorito de ellos, el ya clásico “Nihility” (2002). Pero, ¿por qué quería hablar de ellos? Muy sencillo, a pesar de que la gira de “Anticult” (2017) se canceló, como indicaba anteriormente, tuve la suerte de ver una de sus primeras fechas y sentí que algo había cambiado en la banda, aquel disco sonaba death, muy potente, pero con tanto músculo que parecía groove metal por momentos, las voces habían cambiado, las melodías también, la estructura de las canciones y sus riffs. Las críticas no se hicieron esperar y así, Decapitated parecieron tomar nota con “Cancer Culture” (2022) que, sin dar un paso atrás en su evolución, conservaba más sus señas de identidad. 

Es por eso que tenía muchas ganas de presenciar este “Nihility” Tour y ser testigo de semejante noche y no puedo quejarme, claro que no, “Nihility” (2002) sonó (sin Martin, sin Vitek y tampoco Sauron, claro está, aunque más de uno nos acordásemos), cayeron “Perfect Dehumanisation (The Answer?)” y “Eternity Too Short”, pero aquello no sonó ni remotamente parecido a “Nihility” (2002). Me explico, eran las canciones, pero no la banda, el sonido no era ese death técnico con toque underground de un álbum de hace más de veinte años, eran los Decapitated de “Anticult” (2017) interpretando su clásico. ¿Sonó mal? En absoluto, pero Rasta es un vocalista más bronco, con más cuerpo y la base rítmica de Stewart y Pasek sonaba demasiado grave, demasiado contundente, había una presencia de graves tan brutal que se deslucía el trabajo de Vogg. Me da igual que un lector me indique lo contrario, vi el set a pocos metros del escenario y, posteriormente, equilibrado en el centro de la sala, cerca de la mesa, la sensación era la misma, faltaba definición, esa misma de la que sí hicieron gala Incantation, por ejemplo. Por supuesto que disfruté de “Mother War”, “Nihility (Anti-Human Manifesto)” fue celebrada y la reacción de la pista fue salvaje, como ese chaparrón que es “Symmetry of Zero” o la acertadísima versión de Napalm Death con la que cerraban semejante clásico, “Suffer The Children”. 

Pero la constatación más clara fue cuando comenzaron a sonar canciones más recientes, como “Cancer Culture” o “Just a Cigarette”, y lo hicieron de manera fantástica, por lo que entendí lo que sospechaba anteriormente, los Decapitated actuales no tienen nada que ver con aquellos que grabaron “Nihility” (2002), y me da igual que hagan otra gira interpretando “Winds Of Creation” (2000), a la que también asistiría con gusto, pero si uno quiere disfrutar de sus canciones lo mejor que puede hacer es volver a pinchar aquellos discos, Rasta es un gran vocalista y Vogg me parece un auténtico genio, pero están en otra historia, “Earth Scar” y “Last Supper” lo confirmaron, mientras que me sobró “Iconoclast” y me faltó la pegadiza “Deathvaluation”. Un ligero sabor agridulce que para nada empaña una gran noche de death.

© 2024 Lord of Metal
Incantation Tour Pic by © 2024 VareszFoto
Decapitated pic by © 2024 jn_lightning

Crónica: Depeche Mode (Madrid) 14.03.2024

SETLIST:
My Cosmos Is Mine/ Wagging Tongue/ Walking in My Shoes/ It's No Good/ Policy of Truth/ In Your Room/ Everything Counts/ Precious/ My Favourite Stranger/ Strangelove/ Heaven/ Ghosts Agai/ I Feel You/ A Pain That I'm Used To/ Behind the Wheel/ Black Celebration/ Stripped/ Enjoy the Silence/ Waiting for the Night/ Just Can't Get Enough/ Never Let Me Down Again/ Personal Jesus/

No disfruté especialmente de la gira anterior de Depeche, Global Spirit Tour me traía a tres de mis músicos favoritos, pero no sentía la misma excitación por su disco “Spirit” (2017) y sus canciones, que por “Delta Machine” (2013) o “Playing The Angel” (2005). Algo parecido me ocurría con “Sounds of the Universe” (2009) o “Exciter” (2001), discos correctos, con grandes momentos pero que, en mi opinión, fallaban en su conjunto. Sintiendo que, en los últimos tiempos, Depeche Mode graba un disco notable para, al siguiente, bajar estrepitosamente el nivel. Así, disfruté muchísimo con las giras The Singles Tour 86>98, Touring the Angel y The Delta Machine Tour, pero dudaba de lo que me deparaba el futuro. “Memento Mori” (2023) es un buen disco, no solamente por lo que significa para nosotros, sus seguidores, por la pérdida de Fletcher sino porque muchas de sus canciones se sienten inspiradas y poseen el sello de la banda, hay espacio para la experimentación, pero las señas de identidad están presentes. Quizá es por eso que tenía tantas ganas de reencontrarme con ellos, de volver a escuchar las voces de Dave y Martin, de echar de menos a Fletcher pero, qué demonios, celebrar una vez más la vida a su lado.

Con un WiZink Center lleno hasta la bandera los dos días, el sobrio pero efectista escenario de esta gira muestra una pantalla que vomita las habituales grabaciones artísticas de la banda, además de contar de nuevo con Christian Eigner y Peter Gordeno, evidenciar el hueco de Fletcher pero sin caer en lo gratuito cuando el mejor homenaje es seguir vivo y recordarlo a través de sus canciones, evitar la pornografía sentimental de aquel sobrio músico al que siempre le atribuí la titánica capacidad de ser el pegamento de dos auténticos genios como Martin y Dave en los años más turbulentos de ambos. 

El comienzo con “My Cosmos Is Mine” es más que suficiente para entender que Depeche han vuelto, que “Memento Mori” (2023) funciona como un reloj suizo y sirve de excusa perfecta para traerlos de nuevo a nuestra ciudad, Dave parece más en forma que nunca y la voz resuena por todo el pabellón, mientras la fortísima percusión electrónica de “My Cosmos Is Mine” remueve los cimientos hasta “Wagging Tongue” y el primer suspiro de la noche con “Walking In My Shoes”. La versión de esta gira no es la mejor que he escuchado en directo, pero el estribillo, los teclados y la voz hacen el resto, es imposible no negarse a semejante canción, como “It's No Good” de mi queridísimo “Ultra” (1997), un álbum que envejece maravillosamente bien. Y de ahí, desde “Walking In My Shoes” hasta el final del concierto, Depeche jugaron con nuestras emociones, con un repertorio de infarto, repleto de canciones que pertenecen ya al imaginario colectivo de nuestra cultura, “Policy of Truth” nos hizo viajar al pasado sin necesidad de un DeLorean, el intimismo de “In Your Room” tiñó las gradas, mientras “Everything Counts” o “Precious” levantaron los móviles de nuevo, hasta “My Favourite Stranger” -de su último álbum- se sintió plena, quizá porque la canción se sostiene perfectamente entre sus compañeras inmortales, quizá por Dave o porque el público estaba ya plenamente rendido.

No contentos con eso, llegó el momento de Martin y sentí verdadera emoción con “Strangelove” o esa maravillosa versión casi a capella de “Heaven”, más cercana a una oración y al góspel en su estribillo que de una canción pop; sigue siendo curioso que uno de los mejores momentos de los conciertos de Depeche sea cuando Martin se enfrenta a un escenario desnudo y demuestra que tras las baterías electrónicas, los sintetizadores o los flamantes riffs que toca, siempre hay una composición de auténtica calidad que los sostiene, por la que se entiende de verdad el éxito de Depeche. “Ghosts Again” al principio no me convencía, pero es un single estupendo para el directo, sobre todo cuando despega en el puente. Me encantó la versión de “A Pain That I'm Used To”, aunque eché de menos "John The Relevator" pero es que la recta final del concierto fue de auténtica precisión con esa barbaridad en directo que sigue siendo “I Feel You”, “Behind the Wheel” dedicada a Fletcher, “Black Celebration”, “Stripped”, “Enjoy The Silence”, el pop ochentero de “Just Can't Get Enough”, el auténtico clímax con “Never Let Me Down Again” y la locura final con “Personal Jesus”, firmando un espectacular concierto en el que Martin y Dave siguen teniendo la misma magia de hace veinte años y se les siente sumar años de manera natural, como compañeros de viaje, con la capacidad todavía intacta para escribir grandes canciones, relevantes y creíbles, con un directo repleto de músculo y sudor. Un concierto en el que no tuvo precio ver a Martin sonreír a Dave y que este, en plena canción, se la devolviese en varias ocasiones, fue realmente mágico.

© 2024 Jota Jiménez
Tour pics by © 2024 Anton Corbijn

Crítica: The Black Crowes "Happiness Bastards"

Cuanta más música escucho, menos disfruto de hablar con otros seguidores de una u otra banda y artista. He conocido a tanto imbécil que se cree más importante que los músicos, que cree saber más que ellos mismos, que me dan ganas de vomitar. Hace un año y medio, nos visitaban los hermanos Robinson en esta última encarnación de The Black Crowes y muchos seguidores prefirieron quedarse en casa y escuchar “Shake Your Money Maker” (1990), mientras lloraban en la intimidad y se duchaban frotándose con su jabón corporal de canela y regaliz, en lugar de disfrutar de las canciones en directo. El motivo era claro, faltaban Johnny Colt, Jeff Cease y, claro, Steve Gorman, los Robinson estaban equivocados, los seguidores no, su fundamentalismo les hacía encerrarse en su cuarto y aquellos que asistieron fue para peor, no veían con buenos ojos nada, no se emocionaron con ninguna canción, allí faltaban Colt, Cease y Gorman, pero, entre otros, también nuestro querido Marc Ford (responsable del sonido de “The Southern Harmony and Musical Companion”, mi favorito “Amorica” y, claro, “Three Snakes and One Charm”). Aquellos que se creen más negros que los propios cuervos, no disfrutaron del concierto, lo siento por ellos. ¿Fue perfecto? No, en absoluto, eché de menos a Gorman o Ford, claro que sí, pero nada de eso impidió que disfrutase de una noche en la que lo único que falló fue la compañía (pero de eso no tienen la culpa ni Chris o Rich). El caso es que me resulta imposible pensar que los Robinson estén en mi ciudad y no asistir, por lo mismo que muchos ahora se arrepienten de no haber asistido a ver a Robert Plant y Jimmy Page en aquella reunión de los noventa, porque faltaban John Paul Jones o Bonham, o no quieren ver a Dylan porque no toca “Mr. Tambourine Man” y a mí me está pasando lo contrario, la vida es demasiado corta como para ser tan idiota, quiero disfrutar sin complejos y rehúyo de los seguidores fundamentalistas como de la peste, esos que han visto a Pearl Jam en cuarenta y tres ocasiones o creen tocar mejor el slide que Rich Robinson sobran en mi dieta.

Y así me encuentro ante este “Happiness Bastards” (2024) que he disfrutado mucho muchísimo, siendo su primer álbum de estudio desde “Before the Frost...Until the Freeze” (2009), producido por Jay Joyce y que, aunque no es perfecto, roza con los dedos el sobresaliente más absoluto. El sonido es el habitual, el equilibrio perfecto entre rock clásico, blues, un poquito de sureño y esa sensación -todavía intacta- por la cual los Crowes parece que se van a encender en cualquier momento y alargan las canciones para alcanzar ese clímax, muchas veces prendido por los flamantes coros, o su sabrosísimo slide. No hay experimentos, no es un disco doble, tan sólo diez canciones que atestiguan esa química innegable entre Chris y Rich, por la que en solitario son grandes músicos, pero cuando se juntan, surge esa chispa que todavía los hace únicos. “Bedside Manners” entra a bocajarro, suena fresca y su piano repleto de boogie es perfecto para el machacón ritmo de batería y la guitarra de Rich, como la voz de Chris sigue conservando todo su encanto. Me encantan canciones como “Rats and Clowns”, por su sensación de urgencia, o el medio tiempo de “Wanting and Waiting” por esa mezcla de hard y glam, o esos coros liberadores apoyando a Chris, como “Cross Your Fingers” se convierte en el clímax de la primera cara con su maravilloso mestizaje entre los Allman Brothers, Zeppelin y el fraseo rap del estribillo, pero quizá lo mejor de esta primera mitad sea, como siempre, esa melodía acústica que es “Wilted Rose” con Lainey Wilson, en la que Chris demuestra, una vez más, por qué se coronó como uno de los mejores vocalistas de los noventa, oro puro.

La segunda cara abre con la funky, “Dirty Cold Sun” y Rich sazonando la mezcla con ese puntito de fuzz, de nuevo el coro sacando lo mejor de las composiciones de los Crowes, hasta el country blues de “Bleed It Dry”, un plato cocinado con ingredientes de Dylan y los Stones, slide y harmónica, ¿qué más queremos? “Flesh Wound” retoma la herencia de Cheap Trick, antes de echar la persiana con “Follow The Moon” y la emotiva “Kindred Friend” para concluir de bellísima manera. Por supuesto, no es su mejor disco, podría situarlo entre “Lions” (2001) y “Warpaint” (2008), pero es que el nivel es tan jodidamente alto en la discografía de los Black Crowes, que un álbum así sería el sobresaliente de cualquier otra banda. Si “Happiness Bastards” (2024) resulta es por el increíble talento de los Robinson, no se trata de revivir el pasado, es simplemente juntar las piezas para entender que los ingredientes los llevan en sus venas. Notable muy alto, para disfrutar durante los próximos meses, para recuperar toda su discografía y pegarse un atracón. Me repito, lo he disfrutado muchísimo, que le den al resto.

© 2024 Jota Jiménez

Crítica: Vltimas "EPIC"

Poco tengo que decir de Vltimas a estas alturas; Morbid Angel son una de mis bandas favoritas y Mayhem ocupan un lugar especial en mi corazón, por lo que recibí con los brazos abiertos la publicación de un álbum como "Something Wicked Marches In" (2019) que me permitió ver de nuevo sobre un escenario a David Vincent y a Blasphemer, además de resultar una grabación lo suficientemente sólida como para permanecer girando durante un tiempo. Además, pude verlos en directo en tres ocasiones y conocerlos en persona, ¿qué más podía pedir? Tras los devaneos de Vicent con el country, parecía que Vltimas sería su proyecto definitivo y este “EPIC” (2024) confirmar su grandeza y terminar de consolidar la carrera de la banda, pero va a ser que no y lo digo con todo el dolor de mi corazón. Producido por el genial Jaime Gomez Arellano, el problema no reside en la grabación o producción, tampoco en la ejecución sino en la escritura y composición, llegando a experimentar la misma desilusión que cualquier seguidor de Morbid Angel pudo sentir con "Illud Divinum Insanus" (2011). No es que Vltimas tiren por el metal industrial de bajo ocatanaje, sino que en “EPIC” (2024) da toda la sensación de estar escrito con poco cariño, pensando más gustar al público y perseguir el ego de cada uno que en sonar como una banda. Si "Something Wicked Marches In" (2019) funcionó fue porque estaba la voz de Vincent sonando como siempre y la guitarra intrincada de Blasphemer, con una base rítmica de infarto, en este álbum que nos ocupa, parece que Ype y Flo están más ocupados en la floritura y sonar ellos, como Blasphemer no parece traer lo más oscuro de su filo y Vincent canta de una manera que no encaja para nada en las canciones del álbum, en lugar de su arenosa garganta death, parece que, por momentos, estoy escuchando una mezcla de sermón de iglesia con un tenor que pasa sus ratos libres en una banda tributo a Pantera. Nada que objetar, habrá a quien le guste, y piense que exagero, pero basta escuchar canciones como “Praevalidus” o “Diabolus Est Sanguis” para, acto seguido, hacer lo propio con una tontería como “Miserere” y darte cuenta que algo ha cambiado, para mal.

No es que “Miserere” sea horrenda, pero sí suena a chiste, igual que la propia “Epic”, tras la introducción que es “Volens Discordant”, tanto que cuando suena “Exercitus Irae” parece que haya sido un descarte de "Something Wicked Marches In" (2019) por su agresividad y la forma en que las guitarras centrifugan su riff, es tanta la diferencia con naderías como “Mephisto Manifesto” -y su capacidad para herir el amor propio de cualquier seguidor de Vltimas, Morbid Angel o Cryptopsy- que podría jugarme el brazo derecho a que no forman parte de la misma composición, del mismo momento. “Mephisto Manifesto” es sonrojante, como “Scorcher” y “Nature’s Fangs” son puro relleno, siendo la primera claramente superior, todo hay que decirlo. “Invictus” es la otra canción del disco que junto con “Exercitus Irae” merece la pena, no es lo mejor que ha grabado Vincent, pero el trabajo de las guitarras es estupendo, el riff posee fuerza y las disonancias le sientan maravillosamente bien, además de que Flo parece al servicio de la canción y no empeñado en lucir su habilidad o Vicent recupera su característico tono rasgado y roto. Tan sólo dos canciones de un álbum de nueve que cierra con la misma desgana de la que hace gala a lo largo de todo su minutaje, “Spoils Of War” es un auténtico horror, garrafón del bueno para hacerte no querer pegarle otro trago a “EPIC” y tener más claro que nunca que si la cosa no mejor, este proyecto tiene, por desgracia, los días contados.

Es una lástima que Vicent no sea capaz de recuperar la relación con Trey, que todo lo que haya grabado después no esté a la altura de su magnífico legado y que el cartucho de Vltimas sea arruinado así, pero es la cara y la cruz de casi todos los genios; en su propio talento también está implícita la capacidad para malgastarlo.

© 2024 Lord of Metal

Crítica: Ministry "HOPIUMFORTHEMASSES"

Cada vez que escribo sobre un disco que no cubre mis expectativas, parezco más enfadado de lo normal y no es mi intención. Pero, ¿sabes esa sensación de cuando sabes que alguien puede darte más y sientes que está a medio gas? Pues eso es lo que me ocurre con Ministry. Creo que viví una gran época de la banda, los noventa y siento que aquella resaca tuvo una excelente réplica con aquellos discos de primeros de los dos mil, justo cuando Al Jourgensen aseguraba que colgaba las botas y se marcaba su propio No More Tours, para luego desdecirse y volver al ruedo, pero es honesto recordar que tras aquel “Cover Up” (2008), la banda no ha hecho que llegue a la altura de ”The Last Sucker” (2008), “Rio Grande Blood” (2006) -¡qué grandes giras aquellas, por favor, qué recuerdo tan bueno!- y nos tenemos que acostumbrar con el talento de Jourgensen soltado en pequeñas dosis, con cuentagotas, en proyectos inanes y discos que no llegan siquiera al aprobado, como “AmeriKKKant” (2018), “Moral Hygiene” (2021) y este “Hopiumforthemasses” (2024), del que tengo que conformarme con canciones como “Goddamn White Trash” (con Pepper Keenan) o “Just Stop Oil” que, siendo de lo mejor del disco, no dejan de ser refritos de los noventa, con sonido regulero y sin ningún tipo de originalidad. No le estoy pidiendo a Al Jourgensen que grabe algo a la altura de “ΚΕΦΑΛΗΞΘ [Psalm 69]” (1992) o “Filth Pig” (1996), por supuesto tampoco “The Mind Is a Terrible Thing to Taste” (1989), pero me conformaría con algo al nivel de “Dark Side Of The Spoon” (1999) o “Animositisomina” (2003), porque la era en contra de Bush, como escribía líneas más arriba, resulta auténticamente sobresaliente.

Lo que más me irrita no es escuchar medios tiempos como “Aryan Embarrassment” (que me gusta su pesadez, claro que sí, como la participación de Jello Biafra y su toque punk) o la aburridísima “B.D.E.” y ese intento de thrash repleto de samplers que es “TV Song 1/6 Edition”, sino constatar que los actuales Ministry me hacen pasar un buen rato, son entretenidos, pero no sacian mi apetito de buena música, como sí ocurría en el pasado. Me gustan las voces de “New Religion” y me hacen creer que el disco recupera el vuelo, nada de eso, “It's Not Pretty” y su larguísima introducción causan el efecto contrario, la canción entra en barrena y logran el efecto contrario, pareciendo que la recta final es un pastiche rescatado de la papelera de la basura del ordenador de Al, como el auténtico rollo que es “Cult of Suffering” en la que parecen hacer uso de los alucinógenos y las lámparas de lava, a medio camino entre la psicodelia, el hippismo y el glam rock, demostrando que la acidísima voz de Jourgensen no marida bien con las gargantas femeninas, cerrando el álbum con synth pop petardo y la final “Ricky's Hand”, dando la sensación de que “Hopiumforthemasses” (2024) es un revuelto de todo lo que sobraba en el estudio, un álbum hecho con pizcas de aquí y de allá, pero sin un hilo conductor claro.

Ministry suenan bien, César Soto y Monte Pittman a las guitarras se aseguran de que así sea, así como Roy Mayorga y Paul D’Amour, junto a John Bechdel, pero semejante formación se merece una dirección clara, darles forma a canciones con mayor inspiración y ser parte de un disco a la altura estos sus músicos. Desconozco qué tiene en la cabeza Al Jourgensen, cuál será su siguiente paso, si de verdad esto es el fin de Ministry, si es cierto que todo se acabó, pero la banda da la sensación de estar en su estertor final. Si alguien me preguntase cómo entrar en el mundo de Ministry para entender su importancia en la música, desde luego que no recomendaría “Hopiumforthemasses” (20204), ni nada de lo grabado en los últimos quince años, pero quizá me esté complicando y tomándomelo todo demasiado en serio, quizá sólo sea divertirse y tal -como dicen muchos- pero prefiero caminar descalzo sobre un sendero de piezas Lego a volver a escuchar este álbum.

© 2024 Lord Of Metal

Crítica: Judas Priest “Invincible Shield”

Presente, aquí estoy, fui uno de aquellos que elogió “Firepower” (2018), cuando todavía muchos no se atrevían a escribirlo, como su disco más inspirado desde “Painkiller” (1990) y no exageraba, pude verlos en aquella gira hasta en tres ocasiones y repetiría sin ninguna duda, “Firepower” (2018) es un álbum soberbio en el que no hay puntos muertos, la genialidad no decae en ningún momento pero, siendo sincero, cuando su gira acabó no terminaba de gustarme que Faulkner asegurase que las canciones de su nuevo álbum fuesen más extensas, tampoco el que Halford se aventurase a decir que sería un disco muy distinto, con diferentes colores y gusto por el progresivo pero tras más de diez escuchas, puedo asegurar que “Invincible Shield” (2024) es casi un sobresaliente, algo totalmente inaudito para una banda que ha firmado su decimonoveno disco con una salud creativa envidiable y, más aún, porque soy de los que sufrí los noventa e incluso su “Angel Of Retribution” (2005), tras el subidón de contar de nuevo con Rob, se mostraba como un disco menos lustroso de lo que en apariencia prometía, por no hablar del horroroso “Nostradamus” (2008) y el flojito “Redeemer Of Souls” (2014), que parecía algo mucho mejor tras aquel conceptual. 

Con Halford alcanzado sus estratosféricos agudos, Tipton en el estudio, Hill y Travis, además del incombustible Faulkner (que se ha ganado la simpatía tras años de duro trabajo, además de ser un guitarrista extremadamente dotado) y, por supuesto, la ayuda de Andy Sneap tras los mandos del estudio, Judas Priest lo han vuelto a hacer y, a veces pienso, que si no fuese el maldito tiempo el que juega en su contra a consta del paso de los años, si fuese por ellos, tendríamos otros veinte o treinta años a un nivel envidiable. Puede parecer una estupidez lo que acabo de escribir, pero, piénsalo, los Judas actuales no luchan contra el aburrimiento, no se duermen en los laureles, no graban discos en serie, no se han acomodado y acusan la falta de inspiración, todo lo contrario, han grabado dos discos a un maravilloso nivel que los sitúa, de nuevo, a la cabeza.

El comienzo con “Panic Attack” ya evidencia esto que escribo, su comienzo evoca a los setenta y el rock progresivo, las guitarras tardan en entrar tras la introducción, poco a poco construyen la tensión, más de un minuto, y es Travis el que marca el paso a las sirenas, con Halford sonando como si tuviese treinta años menos, con su característico tono. Si no me falla la memoria, creo haber visto a Judas unas once veces en directo y recuerdo que su gira Epitaph me causó mucha impresión, fui testigo de cómo subían a Halford sobre su mítica moto, también cómo lo ayudaban a bajar y pensé que era el final de la banda, pero me equivocaba, porque lo escucho en “Panic Attack” (además de haberlo visto varias veces en los últimos años, sobre el escenario y en persona) y lo siento en forma, a pesar del paso del jodido tiempo. Los solos de la canción son una auténtica locura, nos llevan a sus lomos, como caballos enfurecidos, a toda velocidad, y es así como suena "The Serpent and the King", con Halford estrangulando sus cuerdas vocales y, de nuevo, las guitarras a toda velocidad, sobre el acelerado tempo de Hill y Travis, rompiendo únicamente en el estribillo, de manera pegadiza, como si tuviesen prisa por llevarnos a “Invincible Shield” y su épica, como si Halford dijese: “Si os ha gustado lo que ha sonado hasta ahora, esperad a escuchar lo que os tenemos reservado”, una auténtica avalancha de licks entre riff y riff, como si les sobrase esa inspiración que antes mencionaba, con un puente auténticamente brutal antes de los estribillos. “Devil In Disguise” es un medio tiempo inspiradísimo, como hacía tiempo que Judas no firmaban, como “Gates Of Hell” y su sonido de clásico atemporal, capaz de erizar el vello de cualquier amante de la música, mientras que “Crown of Horns” es puro AOR y se clava con la misma fuerza en tu memoria, que en tu pecho una canción como “As God Is My Witness”, con Judas Priest sonando como sólo ellos saben. 

“Trial By Fire” dota de un poquito de oscuridad al reluciente escudo que Judas han forjado y aporta un poquito de melodrama en las melodías, hasta ese estribillo rabioso con el que remata Halford, como "Escape From Reality" demuestra que pueden sonar más actuales que muchos de sus contemporáneos, aunque lastre la recta final, como "Sons Of Thunder" les hace pisar el turbo con mucho groove y Faulkner enloquecido, hasta el magnífico riff de “Giants In The Sky”, a modo de muro para firmar una de las canciones con más fuerza de “Invincible Shield” y un final gigantesco, nunca mejor dicho, pero perfecto, con Halford dejándose la garganta, para este nuevo álbum (por no mencionar una de las canciones extra que acompañan la edición de lujo, “Fight of Your Life", que cualquier otra banda habría publicado como single o esa otra joya que es “Vicious Cycle”). Cuesta no emocionarse con semejante esfuerzo de Judas Priest, una banda cuyo núcleo duro lo forman cuatro músicos septuagenarios capaces de sentar auténtica cátedra de excelencia musical con su arte. Así es, no le des más vueltas, Judas Priest son enormes.

© 2024 Lord of Metal

Crítica: Ace Frehley “10,000 Volts”

Si me pinchas no sangro, si alguien me hubiese contado que Ace Frehley, en pleno 2024, sacaría un buen disco de rock, sin complicaciones, con canciones resultonas y pegadizas, habría pensado que me estaba mintiendo, no porque dudase de él sino porque no me esperaría un nuevo álbum como este. Y es que el bueno de Ace lo ha tenido difícil en los últimos años, es cierto que ha mantenido el tipo con discos como el excepcional “Anomaly” (2009) o resultón era “Space Invader” (2014) -en el que, además, pude disfrutarle en su gira en solitario- y, en menor medida “Origins Vol.1” (2016) y su consecuente volumen, “Origins Vol.2” (2020), “Spaceman” (2018) en una carrera que parecía en estado de hibernación con “Trouble Walkin’” (1989), “Frehley’s Comet” (1987) y, por supuesto, el estupendo “Ace Frehley” (1978) pero si escribo asegurando que han sido años difíciles es porque el cruce de declaraciones no le han sentado nada bien y sus ex compañeros han aprovechado para cargar con toda su artillería, nada que objetar a Gene o Paul (les debo demasiadas horas de diversión, como compañía), pero la imagen pública de Ace quedaba en entredicho cuando confirmaban su poca participación en aquel magnífico regreso de la formación original que supuso “Psycho Circus” (1998) y saber que el bueno de Kulick había tocado más o Thayer era la guitarra principal, descubrir que Ace prefería pasarse el tiempo jugando al cinco contra uno, en lugar de ensayar y todo aquello que Gene o Paul creyeron conveniente airear y que, en mi opinión, concluye con el desaire definitivo y es el supuesto último concierto de la banda sin ningún tipo de guiño o presencia de Peter o Ace pero tampoco Vinnie o el mencionado Kulick, habría sido fantástico ver a cualquiera de los cuatro músicos, compartir unos segundos con Kiss en lo que parece ser su último concierto. Pero, lo cierto es que Ace o su mánager ya lo sabían o lo esperaban y sus seguidores, por desgracia, también lo intuíamos, pero lo que nunca podríamos haber esperado es la publicación de un disco como “10,000 Volts” (2024) que, no nos engañemos, no es capaz de mirar de frente a “Space Invader” (2014) o “Anomaly” (2009) pero suena fresco y entra de un tiro.

Es hacerlo sonar y “10,000 Volts” atruena magníficamente bien, con fuerza y gancho, además de ese puntito simpático que tan bien sabe manejar Ace, hard rock despreocupado para aliviar nuestras penas, buen estribillo y coro, solo sabroso y en el momento adecuado para enlazar con el puente y, de nuevo, el estribillo. Simple como el funcionamiento de un botijo, pero efectivo, tanto como el single “Walkin’ On The Moon”, un medio tiempo con un videoclip de auténtica serie B, pero guitarras 100% reconocibles y una melodía magnífica, Ace sabe lo que se hace y tiempla los ánimos con “Cosmic Heart” hasta el estribillo lleno de sabor, para volver a subirnos a la montaña rusa con “Cherry Medicine”, con la batería de Anton Fig totalmente pensada para el directo, un estribillo de tinte adolescente y directos al corazón con la balada, “Back Into My Arms Again”, sonando plenamente ochentera, para encarar el cambio de cara de manera mucho más fiera en “Fightin’ For Life” y un estribillo puramente Kiss.

Es verdad que hay canciones que no pegan tanto, que el disco no funciona como un todo pero también que no baja el nivel estrepitosamente y cuando suena el cencerro de “Blinded” es inevitable no sonreír y sentirse como en casa (si lo tuyo, como lo mío, son Kiss, si no olvídate), una magnífica subida de nivel en “Constantly Cute” e intensidad en “Life Of A Stranger” con el órgano de Eric Ragno dotando la canción de la carga emocional que necesita, para concluir con la divertida (de nuevo, plenamente Kiss), que es “Up In The Sky”, como auténtico cierre, ya que “Stratosphere” es una instrumental interesante pero tan sólo puede ser entendida como coda del álbum. Un disco que no nos descubre nada nuevo, al que muchos no le darán siquiera su oportunidad, pero que es tan ligero, agradable y divertido que es capaz de borrar el nubarrón más gris de tu vida y confirma innecesariamente el talento de Ace, pero eso tú y yo ya lo sabíamos.

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Crítica: Bruce Dickinson "The Mandrake Project"

Cada vez que he escrito que los últimos discos de Iron Maiden no están a la altura de su nombre, de su leyenda, no han sido pocas las personas que me han escrito indignadas, pero creo que “The Mandrake Project” (2024), el séptimo disco de estudio en solitario de Dickinson, evidencia lo ocurrido y es cuando se le empiezan a ver las costuras al propio vocalista. Ni Maiden, ni Dickinson tienen que demostrar absolutamente nada a nadie, su nombre está escrito en letras doradas en la historia de la música. Pero, resulta imposible negar que el regreso de Bruce a Maiden fue todo un éxito, algo lógico para ellos y para el vocalista que vivieron la mitad de las noventa, como muchas otras bandas, en una constante lucha por mantener su identidad frente a un público más interesado en otros sonidos. Como digo, “Brave New World” (2000) fue un auténtico éxito, pero algo comenzó a ocurrir en el seno de la banda con "Dance of Death" (2003), un disco claramente menor que los introducía en canciones de otro calado y los acompañarían durante los cinco discos posteriores al regreso de Bruce, hasta el reciente “Senjutsu” (2021), con composiciones generalmente más extensas y esos coqueteos de hard rock con progresivo que Iron Maiden, con su habitual genio, resuelven con maestría pero que nunca he tenido la menor duda que procedían de la mente de Dickinson, obsesionado por llevar a Maiden un paso más allá, justo donde no les corresponde porque los británicos nunca han tenido miedo a dejarse llevar en canciones que sí requerían minutaje como, por ejemplo, "Rime of the Ancient Mariner", pero nunca por obligación, "Empire of the Clouds", cuando la composición no lo requería y obedecía tan sólo a la necesidad, a veces egomaníaca, de Bruce Dickinson (estoy seguro de que muchos no querrán seguir leyendo, pero no importa, soy de los que sigue prefiriendo escuchar cualquiera otra canción en directo que "The Red and the Black", "Tears of a Clown", "The Parchment" o la aburridísima "Paschendale", que ya tuve que soportar durante aquella gira en la que el público permanecía sentado mientras sonaban las canciones más recientes). 

Que sí, que Bruce es un hombre renacentista, que sí, que hace esgrima, escribe libros, pilota aviones y, seguramente, hará un risotto de muerte, pero nada de eso hará que trague con todo lo que graba; como ocurre con este “The Mandrake Project” (2024), que él mismo se ha encargado de promocionar y asegura que en su gira no habrá ningún aderezo que valga (literalmente, dicho por él; no habrá monstruos, muñecos o escenografía), tan sólo cuatro tipos defendiendo su música, como si los seguidores de Maiden fuésemos seres unicelulares que sólo nos emocionamos por ver a Eddie y no a cinco músicos colosales dando lo mejor de sí mismos, que es lo que, precisamente, se echa de menos en “The Mandrake Project” (2024), cuando a Dickinson le acompañan Roy Z (con quien firma seis temas de los diez del disco, algo incomprensible), Dave Moreno, Mistheria y la colaboración de Chris Declerq en “Rain of The Graves” y Gus G en “Eternity Has Failed”, en un álbum en el que falta la genialidad de Dave Murray, Adrian Smith o Janick Gers y, por supuesto, el ritmo y las vibrantes líneas de Steve Harris y Nicko pero que, además, no soporta la comparación con “Tattooed Millionare” (1990), “Balls To Picasso” (1994), “Accident of Birth” (1997) o “The Chemical Weeding” (1998), siendo, posiblemente el disco más aburrido de Dickinson hasta la fecha si lo comparamos en su propia liga, con sus esfuerzos anteriores, olvídate de compararlo con cualquier cosa que haya grabado con Maiden o lo que están haciendo otras bandas (de metal o no) y otros artistas de cualquier tipo de género, porque si este disco no lo hubiese firmado Dickinson, posiblemente, ni tú ni yo lo hubiésemos escuchado.

"Afterglow of Ragnarok" tenía que ser el primer single porque es, literalmente, la única canción para enganchar a un posible comprador, es oscura y contiene algo de groove, el estribillo es ligeramente pegadizo y Bruce suena bien, aunque desganado, sobre una base musical tristona y apagada, sin brillo, en la que todos los instrumentos parecen tener la misma presencia, muy similar a lo que encontramos en "Many Doors to Hell" con la incomodidad que supone encontrarse con la voz de Bruce demasiado procesada, por lo demás, arreglos en segundo plano y coros en el estribillo, pero ni un solo riff o solo con el que la banda destaque, teniendo en cuenta que los dos ases del disco han sido disparados en las dos primeras ocasiones y lo que nos espera es el auténtico descenso con la aburridísima "Rain on the Graves" y el solo de Chris Declerq, un medio tiempo que se hace eterno, la percusión irritante de "Resurrection Men" con aires de western timbalero, guitarras planísimas, dignas de una maqueta, Dickinson fuera de tono en algunos momentos y una parte central que suena a chiste con el bajo de Roy Z dando vergüenza ajena. "Fingers in the Wounds" arregla las cosas, de no ser por los aires orientales y la obsesión por sazonar con demasiadas especias canciones que no se podrían arreglar a no ser que acaben en el cubo de la basura de Protools o Cubase, ni causar interés aunque metiese a un centenar de zíngaros y mariachis, con letras totalmente infantiles (¿cómo es posible esta desgana?), algo en lo que ahonda aún más en “Eternity Has Failed" (en la que lo único que merece la pena es el solo de Gus G), un poco de nervio en “Mistress of Mercy" (quizá la tercera canción que podría salvar de la quema), antes del subidón de azúcar que es "Face in the Mirror" y Dickinson arrastrándose por las estrofas, sin su habitual fuerza o carácter (y no me refiero a lo grabado con Maiden sino en su propia carrera en solitario) y el tedio más absoluto para cerrar el disco con "Shadow of the Gods" y sus siete minutos o "Sonata (Immortal Beloved)" con sus diez y esa base programada, todo un bajón en el que no cabría mayor castigo de no ser porque cualquiera podría amenazarte y llegar a torturarte con escuchar de nuevo este “The Mandrake Project” (2024) o el sufrimiento que deben soportar estoicamente sus seguidores más fundamentalistas que justificarán cualquier cosa, desde British Lion a “The Mandrake Project” (2024) y, sin embargo, están por encima de cualquier cosa que firme Blaze Bayley que, firmando discos propios de la serie B más absoluta, parecen por encima de este último esfuerzo de Dickinson (riamos juntos, que aquí hay para todos).

Es por eso que preguntarnos qué ha podido pasar sería pecar de inocencia o hipocresía cuando todos sabemos el pie del que cojea Dickinson, las ansias de un músico genial que necesita del contrapeso de sus cinco socios habituales y que es capaz de lo mejor, por supuesto que sí, pero también de grabar cosas como las que nos ocupan. “The Mandrake Project” (2024) es uno de los peores discos de Dickinson y una gran decepción para quien se esperase un “Tattooed Millionare” (1990) o “The Chemical Weeding” (1998), pero eso ya lo sabíamos todos, tú y yo también. Tres canciones, el resto es purrela de la buena, lo firme Dickinson o quien sea.

© 2024 Jota Jiménez
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